Crisis alimentaria
La violencia permanente en la región y la presencia de grupos armados no estatales ha forzado a más de 2 millones de personas en el Sahel (Mali, Burkina Faso, Níger y Chad) a abandonar sus hogares y desplazarse a otras zonas que por el momento se perciben como más seguras. Más de la mitad de estas personas desplazadas se encuentran en Burkina Faso y son en su mayoría menores de edad.
En los primeros meses de 2021, la violencia en la región de Liptako Gourma (zona fronteriza entre Mali, Burkina Faso y Níger) ya ha obligado a más de 21.000 personas a huir de sus hogares y buscar refugio.
Esta crisis afecta especialmente a las personas más vulnerables, con una economía campesina de subsistencia, que han debido abandonar sus cultivos y rebaños, debido a la dificultad de traslado por zonas inseguras, produciéndose así además una perturbación en los mercados locales de alimentos. Además, la mayoría de personas forzadas a huir de sus hogares, se refugian en hogares y comunidades de acogida donde prima la solidaridad, pero causando una fuerte presión sobre los escasos recursos alimentarios y sobre el agua potable.
La situación sanitaria debido a la COVID-19 no ha hecho sino empeorar el tejido económico y social de las comunidades que han visto interrumpidas sus comunicaciones y sus medios de vida.
Más de 5.400 centros escolares, lo que supone 700.000 estudiantes, y 200 centros de salud se encuentran cerrados tras los ataques y las amenazas sufridas, reduciendo drásticamente los servicios básicos de los que se disponía en la zona.
Los estados y las agencias multilaterales han lanzado planes de respuesta, pero son insuficientes. En ocasiones ni siquiera el acceso a las personas necesitadas está garantizado. Son más de 9,5 millones de personas estarán en situación de inseguridad alimentaria en la región del Sahel y el periodo de escasez de alimentos (la soudure) aún no ha empezado.