El 3 de octubre 2020 se cumplieron tres años del conflicto armado en el norte de Cabo Delgado. Hace más de un año que se agravó y hoy se extiende a 9 de los 17 distritos de la provincia. Esa escala de violencia se incrementa día a día, el último ataque llegó en marzo a la ciudad de Palma donde numerosos extranjeros trabajan construyendo una planta de explotación del mayor depósito submarino de gas licuado en África; ahora la violencia sin miramientos también se ha cebado con ellos. Hasta hoy, más de 50.000 personas han huido tras ese ataque.

La situación ahora

Mozambique ocupa el lugar 180 de 187 países (IDH 2019), con una población principalmente rural, la inseguridad alimentaria grave es alta en todo el país y especialmente en esas zonas rurales, Cabo Delgado muestra los indicadores de desarrollo humano más bajos de la media del país y desde hace un año se han disparado, aumentando su vulnerabilidad frente a esta situación sin precedentes de vulneración de los derechos humanos.

Cabo Delgado tiene una población de 2,5 millones de personas, más de un cuarto de esa población ha salido de sus lugares de origen, algunos continúan en comunidades del centro y sur de Cabo Delgado, pero otros siguen su marcha hacia el sur del país, pasando a las provincias de Nampula y Niassa.

La población civil que ha huido, dejado todo atrás, ya supera las 700.000 personas; los muertos y desaparecidos son incontables, y los desplazados siguen llegando buscando refugio en los distritos del sur donde se sienten más seguros y tienen acceso a la ayuda humanitaria. Dejan lejos sus hogares arrasados y llegan con sus familias divididas, por asesinatos y secuestros.

Muchos llevan ya un año en esta situación, algunos, acogidos por familiares o amigos. Es difícil encontrar una familia que no tenga en su casa acogidas una, dos e incluso tres familias. Son casas construidas para unas 8 personas y ahora conviven hacinadas hasta 40. 

Otros desplazados se refugian en campos de desplazados que en semanas se convierten en macro asentamientos donde construyen con materiales básicos (maderas, cartones, plásticos) sus refugios, a veces acceden a tiendas donadas, otras encuentran espacio en una escuela que con la COVID permanece cerrada.

Necesidades de la población

Muchos lugares de acogida han duplicado e incluso triplicado su población y esto ha generado descontentos de la población local, son poblaciones muy pobres, que apenas subsisten con lo que producen en el campo y ven como esos campos ahora sirven de refugio a miles de familias.

Desde finales de año, el Gobierno comenzó a delimitar terrenos donde asentar de manera más definitiva a las familias, y en la supervisión de algunos asentamientos ha estado Cáritas Pemba. Es un trabajo lento y lleno de dificultades: a veces son tierras inundables en época de lluvia, otras no hay fuentes de agua cerca, otras las tierras cultivables no son accesibles … y por tanto no son lugares aptos para los reasentamientos. En estos últimos meses se han conseguido lugares aptos para el reasentamiento donde comienzan a trasladarse familias, aunque otras muchas siguen esperando esa oportunidad.

Objetivos

Apoyamos a las familias que llegan a un terreno asignado con herramientas y materiales para construir sus casas y semillas para que puedan sembrar y contar al menos con una producción de alimentos propia. 

Nuestra acción

Cáritas Española apoya desde hace más de dos años, el trabajo que Cáritas Pemba y la Diócesis de Cabo Delgado están realizando como respuesta humanitaria que intenta llegar al máximo de personas desplazadas, con la entrega de alimentos en varios campos de desplazados, entrega de lonas, ropas, utensilios de cocina.

También, junto a Cáritas Portuguesa, apoyó en varios reasentamientos con alimentos básicos, herramientas y semillas y con artículos de carpintería y costura que les permitan comenzar a generar ingresos de nuevo. Completando esta acción material, se ha trabajado en el acompañamiento y apoyo psicológico; actividad novedosa para estas culturas, poco dadas a exteriorizar sentimientos, pero que está demostrando proporcionar la fuerza, recuperar la confianza y el ánimo en sus retos de supervivencia para continuar en estos tiempos difíciles que atraviesan.

La COVID es una realidad también entre ellos y todas las acciones van acompañadas de actividades de sensibilización para prevenir el contagio, aunque el hacinamiento en el que viven no es el mejor escenario para evitarlo. Ahora mismo queremos apoyar para la construcción de 200 casas en un reasentamiento en Mecufi, al sur de la capital, Pemba, y llevar mejores condiciones de vida para que las familias desplazadas puedan contar con un nuevo hogar y para que las familias de acogida puedan recuperar su espacio además de mejorar su dieta pues los pocos alimentos con los que han contado se han compartido con los acogidos, lo que está suponiendo una sola comida al día y muy reducida.

Otras emergencias

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